domingo, 23 de enero de 2011

Tan lejos…. y tan dentro

Mirando por la ventana…así estaba aquella joven manchega. Se encontraba tan lejos de su tierra… en lo que ella llamaba “El Paraíso”: Suecia. No era solo el saberse anónima e inadvertida en un paraje exótico lo que movía a Candela a irse cada vez mas lejos de Ciudad Real, era la posibilidad de poder crearse a sí misma una y otra vez…había veces que llegaba a tener la sensación de agotarse, de no encontrarse, de no saber quién era ella, quién era el otro, y el de mas allá? Pero eran pensamientos como retazos, no llegaban a formar una idea, eran sensaciones vagas. Cada día lo vivía con una intensidad desmesurada, como si quisiera que su mente estuviera ocupada, que no cupieran otros sensaciones que las que el día a día le iba proporcionando…tendría recuerdos? Estaría olvidando algo?...Ni le importaba, era primordial desempeñar bien el rol que se había impuesto para ese día. Hoy tocaba ser soñadora, en pocas horas sería la noche de San Juan, una noche especial sin duda y estaba en el sitio indicado, en una pequeña islita en medio de un gran fiordo, en Norrtälje. Habían llegado hasta allí en un bote después de remar durante mas de media hora.

Todos los personajes que interpretaba Candi tenían el mismo viso, una chica llena de vitalidad y de carcajadas, una niña alegre. Pero dependiendo del día, era moza o era dama, era mística o era mundana, era irreflexiva o era juiciosa, era descarada o era sutil…sería esto raro? Lo haría también el resto de la gente? Estaría bien indagar esto, así sabría si el resto de las personas eran también una vorágine de roles, pero no había tiempo para conocer tan profundamente a la gente que le rodeaba….un rostro al que creía conocer muy bien cruzó por su mente seguido de una punzada de dolor, pero se esfumó tan rápido que pensó que se lo habría imaginado.

El paisaje que se vislumbraba tras la ventana era de una belleza pasmosa. A lo lejos se adivinaba otra casita como en la que estaba ella, de madera con un tejado muy inclinado y totalmente roja, en la que las contraventanas destacaban por ser blancas. Ambas casas poseían un jardín delantero con lirios, tagetes y algunos tulipanes, y mas allá del jardincillo, el pequeño embarcadero con un bote meciéndose suavemente y chocando rítmicamente contra la orilla. Entre las dos casas se extendía la exuberante vegetación, conformándola los helechos, arbustos de arándanos, moras y frambuesas y numerosas coníferas, mostrando su mejor cara ante un sol tímido aun capaz de hacer retroceder el hielo del largo invierno. Candela, ensimismada contemplando el paisaje, recordaba cómo, cuando era pequeña, ayudaba a recoger a su abuela margaritas del corral para hacer infusiones de manzanilla, y cómo su curiosidad hacia las plantas había ido creciendo.

Se oían chapoteos fuera, se acercó a la ventana y pudo ver a su izquierda cómo aquellos chicos que había conocido el día anterior estaban salpicándose agua unos a otros. Podía oir sus risas, pero no entendía nada de lo que decían, maldito lenguaje!...o acaso no era eso lo que ella buscaba? Evitar comunicarse…Una parcela suya propia, un propio lenguaje para si misma, sin intención de que nadie la entendiera…

Salió a que el sol la acariciara, y la recibió una nube de mosquitos, se estaba ya acostumbrando a ellos, pero seguían siendo increíblemente molestos. El sol siempre estaba lejos, y eso que durante esas fechas nunca llegaba a ocultarse del todo…sería extraño celebrar la noche de San Juan, sin ser de noche, sería algo mágico.

Per, Linda y Markus salieron del agua y le hicieron señas para ir a comer algo, los mosquitos, como si hubiesen entendido, formaron un solo cuerpo y como un torbellino de zumbidos y aleteos les siguieron hacia la barbacoa.

Candela tenía la sensación de estar en medio de un sueño, de estar en un letargo en el que llevaba ya demasiado tiempo sumida, tenía la necesidad imperiosa de despertar y estirar los músculos adormecidos. Por eso no se lo pensó dos veces cuando después de cenar, vio que los tres chicos se dirigían al agua helada, les siguió y se sumergió sintiendo cómo despertaban violentamente sus sentidos, cómo se le cortaba la respiración, cómo se contraían sus músculos reivindicando una Candela nueva. El sol estaba ya muy lejano, adivinó que serían las diez de la noche, y se sonrió pensando que absolutamente nadie en el mundo podría adivinar donde se encontraba ella. Un grito de libertad brotó de su garganta y se unió al juego de sus amigos.

Había leído en alguna guía de esas de viajes, que es costumbre en Suecia en la noche de San Juan de recoger siete flores de diferentes colores y ponerlas bajo la almohada. Te ayudarían a soñar con el hombre de tu vida…No era precisamente supersticiosa, pero sería divertido reunir las flores a medianoche estando el sol aun en el horizonte.

Salió del agua, completamente vestida y chorreando, no sentía el frío, sentía cómo si todas sus personalidades se hubiesen reunido en una, como si el agua helada hubiera obrado el milagro de contraer, de estrechar los vínculos de entre todas ellas…empezaba a recordar, imágenes que pasaban por su cabeza, sentimientos confusos, un rostro se repetía, y unido a él, una amarga sensación. En su precipitada huída del pueblo, había olvidado dejar allí guardado en algun cajón su propio corazón roto, y se lo había llevado consigo todo ese tiempo sin saberlo. Estaba tan lejos de él, y sin embargo tan dentro.

Cayendo de rodillas sobre pequeñas violetas, reflexionó sobre los últimos meses, meses caóticos y llenos de pequeñas aventuras.

Candela era una, y no varias. Simplemente estaba buscando los trozos que mejor encajaban para recomponer su alma rota, cuándo acabaría el puzzle?

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